No ha habido avance social en el que estuviesen implicados provechos particulares, que no haya supuesto enfrentamientos, lucha, conflicto de intereses y hasta violencia por ambos bandos, como consecuencia del recorte de beneficios que para determinado sector supone, el que se amplíen los derechos y las libertades de aquellos de los que se aprovechan y que constituyen los que en definitiva, les proporcionan réditos de diferente índole basados en su situación de desamparo.
Da igual que nos refiramos a una Sociedad Feudal, al derecho de pernada, a la esclavitud, a la explotación laboral, al voto femenino, al acceso universal a la salud y a la educación, que al comercio de marfil, a las peleas de perros y gallos o a los festejos populares con sesión de tortura y muerte de un animal incluida. La cuestión es que nunca ha sido posible una mayor protección de cualquier colectivo desfavorecido por estar sometido a los arbitrios de un poder con prebendas legales, sin que haya tenido lugar confrontación y un feroz rechazo por aquellos que consideran menoscabados sus privilegios, obtenidos a costa del abuso cometido sobre otros. No ha impedido este hecho sin embargo alcanzar grandes avances sociales; de haber permanecido los oprimidos o aquellos que los defienden callados e inmóviles ante los tremendos atropellos que se han infligido en todas las épocas, continuaríamos viviendo en un Planeta en el que imperase la ley del más fuerte y en el que no se habría dado un solo paso por acercarse a la igualdad y a la justicia.
Pero queda un camino muy largo por recorrer. Hoy en día los movimientos animalistas, representados por asociaciones contra el maltrato animal y apoyados por infinidad de grupos o particulares, mantienen un espíritu constante y creciente de información a la Sociedad, de formación de sus miembros, de activismo, campañas, convocatorias y presión tanto ante los que mantienen, alientan y practican la agresión injustificada a los animales, como ante los medios de comunicación cada día más comprometidos con esta causa y, ante el poder ejecutivo, que aunque es el que muestra una mayor laxitud frente a los acontecimientos, va respondiendo aún de modo exasperadamente lento a las demandas de la Sociedad, legislando poco a poco a favor de la protección y bienestar de los animales.
Parece lógico dentro del egoísmo infinito que encierra la postura de sectores como cazadores, taurinos, peleteros o laboratorios entre otros, su actitud presagiando numerosos males y terribles consecuencias si se intenta poner fin a sus actividades, al tiempo que por intentar causar desánimo entre los que protegen a los animales y crear fortaleza entre sus adeptos, repiten incansablemente lo necio e inútil de la lucha de los defensores de los derechos de estos seres, asegurando que es imposible acabar con tales prácticas y que no es más que una utopía que desaparezcan la caza deportiva, las corridas de toros, la peletería o la vivisección por poner algunos ejemplos de crueldad inexcusable con las criaturas no racionales.
Emplean argumentos falsos como censos de población animal alterados o auguran la desaparición de especies si cesan en sus hábitos, difaman a los grupos ecologistas asegurando que actúan sólo por recibir subvenciones y que anteponen el bienestar de los animales al de los hombres. Pero la realidad es que el bienestar del hombre no será tal mientras se permita que exista una sola situación de opresión, desvalimiento, injusticia o abuso; que no puede ser aceptable que el sufrimiento evitable de unos seres proporcione lucro a otros; que no es concebible el avance social en tanto en cuanto sea legal torturar y matar y que resulta aberrante, tratar de inculcar en los jóvenes principios de solidaridad, ecuanimidad, libertad y respeto, cuando por otra parte son testigos de cómo el hombre, autoriza y asiste a espectáculos y costumbres en las que se ensalzan la degradación, el dolor físico, la agonía y la muerte de animales, sin que haya un solo motivo válido que justifique su continuidad. Y al decir válido, ha de tenerse presente que no son razones admisibles aquellas emitidas al amparo del individualismo ni las que anteponen los beneficios propios al sometimiento o a la vida de otros seres.
No me cabe ninguna duda de que esta es una cuestión imparable, sin marcha atrás ni pausas tan siquiera, como estoy seguro también de que hasta el último instante aquellos que pretenden que el maltrato animal siga siendo algo lícito, continuarán empleando sus ya manidos y cada vez menos creíbles tácticas y argumentaciones. Pero al igual que ayer fueron muchas las voces de los que consideraban un ultraje que las mujeres pudiesen votar o los que reaccionaron de forma violenta ante el fin de la esclavitud y hoy, apenas queda nadie que no las vea como actitudes indeseables y que no piense que en modo alguno pueden volver a estar vigentes tales desmanes, es indudable que mañana, cuando las reivindicaciones por el fin del maltrato animal hayan logrado sus objetivos, la Sociedad mirará hacia atrás y no comprenderá como hubo un tiempo en el que la caza por diversión o el toreo estuvieron protegidos y fueron calificados de deporte, arte, cultura o tradición a conservar; les parecerá monstruoso que en el pasado y a pesar de los avances en la industria textil, se permitiese que ciertos animales fuesen cazados o criados para arrancarles la piel, muchas veces todavía con vida; les costará entender como para probar los efectos de un champú o de una lejía, se hicieran idénticas pruebas con el mismo producto una y otra vez, dejando ciegos a animales o provocándoles espantosas quemaduras internas que desembocaban en una muerte lenta y terrible.
Ante la actitud intransigente, ególatra e interesada de los que propugnan seguir como estamos, de los que disfrutan con el padecimiento de los animales, de los que se lucran del mismo y de los que vaticinan que ésta es una lucha estéril llevada a cabo por marginados e indeseables, nos queda la certeza de que la base del progreso es la educación, como pilar fundamental del compromiso y la unión para entre todos los que creemos en un Mundo más justo, acabar con el servilismo del que se nutren estos individuos, acostumbrados a utilizar a su antojo cuanto hay a su alrededor amparados en una Ley que es necesario que se adapte continuamente a las nuevas inquietudes y necesidades sociales, como ha venido haciéndolo a lo largo de la Historia.
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Pero en esta lucha no cabe el desánimo ni la tregua. Cada hora que pasa cientos de animales son torturados y sus vidas cercenadas de forma absurda y brutal. No vale apartar la vista ante imágenes de perros descuartizados, de focas ensangrentadas, de zorros despellejados, de toros martirizados o de ciervos acribillados; el silencio y la pasividad son cómplices involuntarios de los autores de tales carnicerías. Por eso es necesaria una movilización masiva encauzada por las numerosas Agrupaciones que desde hace mucho tiempo, vienen trabajando sin apenas medios pero con sobrada voluntad, esfuerzo y esperanza, en la defensa de los derechos de estos seres víctimas de la barbarie humana en tantos ámbitos. Así pues, cuánto mayor sea el número de personas implicadas en esta causa y más alto su grado de compromiso, antes reaccionarán los gobiernos frente a tan justa demanda, legislando de forma efectiva para que el maltrato animal, deje de ser al fin un crimen legal.
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