Hay más en común, Don Juan Carlos, que una dinastía entre “El Deseado” y “El Designado”, extremos ambos de una línea negra de la que desde entonces hasta ahora, mana de forma incesante una sustancia roja que tiñe a este País de dolor y de vergüenza. El padre de su antepasado pretendió, sin éxito, secar rastro tan indigno, pero Usted hoy, como el “Felón” hace dos siglos, sigue alentando la sangría feroz de la tauromaquia, logrando que la España del XXI comparta los atavismos de la del XIX.
Sus declaraciones en Sevilla, durante la entrega de los Trofeos Taurinos de 2009, dejan claro que la puya, como la banderilla, la espada y la puntilla, son armas que adornan el blasón de su real conciencia, y allá cada uno con sus mayestáticas querencias mientras sean sólo perversiones del pensamiento, lo pavoroso es que sus palabras son un estímulo para que ese acero, siga hundiéndose en el cuerpo de animales a los que le aseguro, la dignidad de su cargo, no les resta un ápice de sufrimiento.
No acierto a ver dónde encuentra Usted “el nacimiento de un mundo cultural y artístico fecundo tras un buen lance”, yo sólo aprecio tortura, agonía y muerte. Y no creo, que mi vista de plebeyo sea más aguda que la suya para contemplar las heridas del toro, ni mi oído más fino para escuchar sus gemidos. Somos ambos testigos de una misma realidad, lo que nos diferencia es que en su caso, antepone su pasión a cualquier consideración hacia el martirio experimentado por la víctima que excita sus sentidos produciéndole placer. Es como la caza Señor, al hombre nunca le duele, por eso la disfruta. Supongo que la empatía con el mal ajeno es un arcano para algunas sensibilidades.
Puede seguir felicitando a matadores y afirmando que “por supuesto que apoya a la Fiesta Nacional”. No seré quien me asombre por ello, y menos cuando prefiero el catorce de abril al veintidós de noviembre, por lo que aún con lo regio de su condición, no distingo sus palabras de las de cualquier otro taurino, esos que exigen libertad para seguir desgarrando músculos y perforando vísceras de toros. Lo que lamento es que para muchos ciudadanos, lo que su Rey da por bueno lo es sin más. No resulta fácil despertar al Pueblo de un letargo servil impuesto por siglos de educación y de tradiciones. Posiblemente por eso, van tan ligadas unas a otras y entre todas, se amparan y contribuyen a perpetuarse.
3 comentarios:
Desde luego Juan Carlos, con sus asquerosas fotitos de recuerdo de sus cacerías en otros países en las que las víctimas son especies protegidas, no es la persona adecuada para defender ningún derecho. Y por supuesto la monarquía parlamentaria no le da ningún derecho sobre los demás, que para eso es parlamentaria y no absoluta.
Un ejemplo de personaje anclado en el pasado más rancio y bisoño.
Alguien que emborracha a un pobre oso para cazarlo, que disfruta viendo como matan a bellos animales en la plaza, que se pone del lado de una parte cada vez menor de ciudadanos que representan el hedor salvaje de una país con fiestas salvajes.
Como dice mi madre "yo no discuto sobre tauromaquía, ni sobre el maltrato o el asesinato. Debatir sobre si matar está bien o está mal es algo que no concibo", por eso no hablo sobre tauromaquía. Usted mata, pues usted es un asesino"
Esto se lo escuché a mi madre el otro día en el mercado. Me encantó. Pues eso. Un tipo que se enorgullece de unos asesinos se retrata solo. Lastima que lo paguemos todos.
Un saludo,
Marta
Desde luego, leer todo lo relacionado con el historial de Fernando 7 es como leer un decálogo de la bajeza humana. Supongo que este señor que tenemos de Rey actualmente ha heredado el gen XY de su tatarabuelo. Es más que patente su gusto por la sangre animal. La verdad es que todos estos personajes que conforman la orografía política de la España actual están gastando el poco crédito que les quedaba. Salu2!
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