Casi diez meses después de tan innoble gesta, las sañudas miradas de estas personas están puestas en la próxima víctima, en el astado que con su miedo, con su dolor y con su sangre, llenará de placer y satisfacción las Fiestas en Honor a la Virgen de la Peña. En la Página del Patronato del Toro de la Vega hacen cábalas acerca del cuál será el animal escogido para convertirlo en ofrenda no sé si a la Patrona, pero a la perversión sin duda. Hay incertidumbre y nerviosismo por ver la fotografía del próximo astado al que van a torturar hasta la muerte. Puede parecer esperpéntico pero así es, al igual que otros buscan imágenes del lugar que han escogido para las vacaciones, estos tordesillanos están ansiosos por contemplar a aquel al que van a matar.
Como cada año a medida que se acerca la fecha fatídica y según vayan tomando forma los actos de protesta y las voces alzándose en contra de esta función terrible y brutal, sus defensores, sean lanceros, espectadores, periodistas, políticos locales o aficionados a la tauromaquia – no los une su origen ni su dedicación, sino su gusto por ver sufrir a un ser vivo – comenzarán a justificar el Toro de la Vega con mil argumentos extraídos del fango, de la mentira y de la sinrazón, pero entre todos ellos destacará uno utilizado sin descanso para atacar a los que exigen la erradicación de esta miserable tradición: afirmarán que hablan “desde la ignorancia y el desconocimiento de la realidad del Toro Alanceado”, careciendo por lo tanto de cualquier credibilidad.
No es cierto que exista una falta de información o de datos suficiente para valorar el rito sangriento que convierte a Tordesillas cada Septiembre, en un escenario rendido a la tortura y a la ejecución cobarde de un toro, pero aún así y suponiendo que estos defensores del ensañamiento tuviesen en eso razón, quisiera poner un ejemplo: imaginemos que vemos unas imágenes en las que vemos cómo en una calle, una docena de hombres golpean con las manos, con palos y con piedras a otro que, sólo e incapaz de protegerse, acaba muerto como consecuencia de la brutal agresión.
Descompuesto el cuerpo acribillado de Valentón y lejana ya la excitación que su ajusticiamiento produjo en sus verdugos y en los espectadores del macabro torneo, todos ellos saben que la agonía del nuevo toro está cercana; tal certeza les compensa con creces de todo un año aguardando el que, probable e incomprensiblemente, sea uno de los “acontecimientos sociales” que más llenan la vida de esta gente. Leyendo la Página del siniestro Patronato del Toro de la Vega se puede comprender la importancia que en su existencia le otorgan a esta cruenta ceremonia.
Asoma la fiereza y no hay lugar para la compasión en éste ejemplo, entre otros muchos, de crueldad sin atenuantes. No hay para él justificación, pero tal vez sí explicaciones a tan aberrante conducta, y es que no es fácil para quien ha crecido inmerso en la impiedad, para aquel que constituye un referente puesto que se le ha impuesto como sana costumbre revestida de arte, cultura o idiosincrasia, analizar hasta qué punto lo cotidiano puede ser anacrónico y deleznable así como sus consecuencias nefastas, no sólo para la víctima sino también para los que la propician, ya que la maldad que acompaña sus actuaciones, muchas veces de forma inconsciente, es una lacra de la que muy pocos son capaces de librarse y su ensalzamiento, aún les denigra más como seres humanos. Pero ellos, presos de una ignorancia generacional, lo ven desde el lado de los eternos ganadores y por eso, no alcanzan a ponerse en el lugar del perpetuo perdedor.
Sin embargo no es la actitud depredadora de algunos hombres de la calle el hecho más terrible, pues conocidas son las pasiones infames que muchas veces embriagan a los animales racionales, debiendo de existir mecanismos que las controlen tratando de impedir su libre manifestación. El culpable último y aquel que tiene mayor responsabilidad en la comisión de esta atrocidad es el Estado a través de sus diferentes administraciones, otorgando carta blanca para la organización de tales salvajadas y acompañando su autorización de los fondos públicos necesarios para sufragarlas. Parte del Pueblo pide sangre y sus gobernantes se la conceden, hace dos mil años en la Roma de los Césares como ahora, en la España “moderna y civilizada”. Cuando la voluntad de los legisladores y los recursos que manejan se ponen al servicio de la brutalidad, es que el interés y la cobardía se han adueñado de la clase política y su gestión al respecto, no merece otro calificativo que la de miserable.
En poco más de dos meses el crimen de Tordesillas volverá a ser presentado ante la Sociedad como un evento de interés general y la palabra tradición se escribirá nuevamente con sangre. También se repetirán las denuncias y los actos de protesta por parte de todos lo que no pueden comprender cómo la tortura de un animal es una acción permitida y hasta mimada desde las instituciones.
Se hace necesaria una movilización masiva y el apoyo de los medios de comunicación, que salvo excepciones, apenas prestan interés a esta cuestión e incluso algunos se declaran a favor. Si queremos dejar de ser uno de los países más atrasados en el respeto a los animales el camino no es la indiferencia, sino alzar la voz y no callar hasta que la brutalidad pase a formar parte de una historia vergonzosa. Sólo así los responsables políticos, aunque sea buscando la rentabilidad, actuarán con la sensibilidad y ética que hasta ahora no han demostrado, y no lo harán hasta que los ciudadanos les hagan comprender empleando para ellos los medios que sean necesarios, que no quieren seguir siendo testigos de episodios de truculencia inmunda como el que veremos muy pronto en Tordesillas, cuando cientos de “valientes” lanceros, arrinconen y maten a un toro asustado, agotado y cubierto de heridas.
2 comentarios:
Hola, Julio.
Como bien has señalado, pocas cosas han cambiado desde la Roma de los césares, que se le daba al populacho sangre para que satisfaciera su sadismo y así olvidara los trapicheos que hacían sus gobernantes. Y mejor no hablar sobre la Edad Media y si Inquisición, quemando viva para divertir a la plebe. ¡Sí, señor, pan y circo para el pueblo!, así no se nos rebelarán jamás. Embrutecerlos debe ser nuestro máximo deber, un pueblo aborregado e ignorante será más fácil de domar. Eso es lo que pensará un político.
¿Por qué crees que el Gobierno dio marcha atrás al final sobre la Ley de Protección Animal, prometida antes de las elecciones?, es muy sencillo, porque no le conviene enfrentarse con determinados sectores de la sociedad si quieren seguir gobernando este pueblo que se ha convertido en el populacho que más hace reír al mundo civilizado.
Un abrazo.
Fantasticos tus articulos, gracias por tu labor.
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