(Imagen del pastor alemán de la historia)
La historia que ha vivido es cotidiana y aparentemente simple sin embargo, no es comparable leerla o enterarse de ella a través de terceros que ser testigo directo de la misma; no es igual que nos hablen de la soledad y del sufrimiento de un perro que verlo agonizar y contemplar cómo llora, sí, cómo llora lágrimas mientras sólo le acompaña un extraño, porque su dueño prefirió abandonarlo enfermo terminal como estaba en la calle, antes que quedarse a su lado en sus últimos momentos y procurarle un final indoloro y rápido, que medios para ello existen pero sobre todo, repito, que renunció a permanecer junto a él hasta su aliento definitivo.
Llama más la atención lo ocurrido porque el responsable, el dueño del perro arrojado a la calle era un policía; un hombre que aparte de conocer
Como el animal no tenía a nadie en cuanto se enteraron de su llegada a la perrera acudieron de
Quiero transcribir a continuación algunos de los pensamientos y sensaciones plasmadas por esta mujer una vez pasado todo. Leer su escrito completo es adentrarse en un mundo en el que se entremezclan la crueldad, la ternura, el desprecio, el amor, la solidaridad, la esperanza, la frustración, la desesperación y la angustia pero sobre todo, es vivir la historia de este pastor alemán desde la mente irracional y el corazón agotado del pobre perro, porque Nuria ha sabido expresar los más que probables sentimientos del animal de un modo realista y desgarrador. Estas son algunas de sus frases:
- “Y entonces te vimos… echadito en el suelo, confundido, la cabeza erguida, mirando curioso a tus compañeros de chenil, famélico, viviendo tus últimas horas”.
- “ Al día siguiente empeoraste… y todas las esperanzas que acariciamos para ti agonizaron contigo”.
- “Sólo tus ojillos, vivos, color fuego, permanecían atentos, impactados y confusos, por el dolor y el sufrimiento que te devoraban. Y llorabas… caían lágrimas por tus ojos, nadie me lo va a poder negar jamás, nadie… llorabas”.
- “Y sé que buscabas a tu familia… te marchaste sin comprender dónde estarían… y sé que no salía de tu asombro y te preguntabas porque tenías que despedirte de este lúgubre mundo con la compañía de una desconocida”-
- “Me senté junto a ti, hablándote bajito, acariciándote la cabeza que adoptaba por momentos las forma del cráneo… no me importaba el sudor de tu cuerpo, el olor de los efluvios de la muerte… era un momento lo que te quedaba… te abracé llorando”.
- “Y sé que si aparecieran ahora, en el último minuto de tu vida, moverías el rabo, entusiasmado y contento, aquí en tu lecho de muerte, pensando sólo que han tardado demasiado… pero no van a venir precioso cachorro, sólo estamos tú y yo, aunque no me conozcas soy lo único que tienes en este último momento”.
Este infeliz animal ya no existe, de él sólo queda un recuerdo imborrable en la mente de Nuria, una nueva cicatriz en su corazón -y van ya tantas después de haber visto día tras día casos sangrantes de abandono y de maltrato- pero esta tal vez va a ser un poco más profunda, acaso más dolorosa, porque ningún bien nacido puede ver llorar a un animal mientras se muere entre sus brazos y permanecer indiferente y olvidar, continuar como si no hubiese ocurrido. Ningún bien nacido… otros, son capaces de tener un perro como si fuera un electrodoméstico que no merece la pena reparar si se avería, por eso quizás este hombre no se dignó ni a llevar a su pastor alemán, todavía un cachorro, al veterinario cuando empezó a mostrar los primeros síntomas de la enfermedad y tal vez se hubiese podido atajar. Por eso también, cuando se le hizo molesta su presencia, cuando sus quejidos le resultaban fastidiosos y desagradable su aspecto demacrado y mórbido, decidió arrojarlo a la calle, dejarlo tirado sin el menor escrúpulo, asegurando con ello la integridad de su monedero; al parecer también su conciencia permaneció intacta después de cometer tal bajeza.
Hay muchas “Nurias”, pero no son suficientes todavía y sus medios son angustiosamente precarios para poder luchar contra todo el dolor, daño y sufrimiento que provocan aquellos que son capaces de abandonar a un perro agonizante, matarlo a palos, lanzarlo a un pozo, ahorcarlo, quemarlo, negarle comida y agua o atención médica.
A esta mujer admirable le costará dormir sin sobresaltos porque probablemente se le aparezca en sueños la imagen del animal moribundo –viendo sus fotografías es difícil creer que algo así no vaya a ocurrir- llorando lágrimas más que por su dolor físico por el que le causaba la ausencia de su dueño, al que seguramente seguía amando en su inocente fidelidad. Yo sólo espero que éste individuo desalmado y cruel, algún día también sepa lo que es verse desatendido y rechazado por los seres queridos cuando no le quede más alivio que una mirada amiga, una palabra de aliento, una caricia cómplice y una muestra de amor; cuando su dinero, el que no quiso emplear en ayudar a su perro, ya no le sirva para nada.
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4 comentarios:
Para nuestro consuelo, existen much@s “Nurias”….
¿Quién no conoce a José, Paco, Isabel, Elena, Alicia, Silvia, Adela, ….?
Todos ellos luchando sin descanso, desgastándose, …
en muchas ocasiones, más allá de sus fuerzas, físicas o emocionales, que dejan una huella imborrable en su persona y al mismo tiempo son un ejemplo vivo , lleno de humildad y sacrificio. Estos “hombres” y “mujeres” nos reconcilian con el género humano. Ellos, a diferencia de otros, no buscan galardón ni recompensa, no esperan reconocimientos populares ni “medallitas”. Su labor es anónima, casi en “secreto”, no van “tocando campanas a su alrededor”, ni publicando sus hazañas a los cuatro vientos.
Aprovecho tu artículo, Julio, para mostrarles mi admiración y mi respeto. Es un orgullo contar con el compañerismo de “humanos” de esta categoría en nuestra lucha por la defensa del más débil, en socorrer como en este caso, a los ya moribundos, para que al menos consigan tener una muerte en paz.
¡Qué patética escena has relatado en tu artículo!. Al menos este pobre perro, en los últimos suspiros de vida ha tenido el calor y la mirada de un corazón limpio, como el de Nuria. Nada que ver, con la negrura de corazón y conciencia de quien le había abandonado.
Y.Plaza
Una narración impactante. La lectura me ha dejado un desagradable gusto a fracaso, a desaliento, a repudio.
Aunque las comparaciones no sean un buen camino, la historia del pastor alemán me hizo recordar a Canelo, sólo que a la inversa; no el de la desolación y la duda de éste, sino el de la espera sin dobleces del otro. El pastor alemán aguardó hasta el último momento la llegada de la mano amiga que en vuelo de caricia lo acompañara en la despedida, y Canelo que sin ceder a la desesperación se fue de la vida lleno de dudas; ¿por qué su amigo no regresó?
Sé que en ambos casos no hay paralelismos, pero, a la hora de la verdad, a la hora del abandono, el verbo suena hueco ante la única realidad; soledad y muerte.
Eso sí, pienso que las palabras de Nuria condensan el resumen de las dos historias; ella, muda espectadora del irrefrenable final, supo interpretar el postrer pensamiento del animal.
Mi agradecimiento se divide en tres; a Nuria por su abnegado proceder, a ti, Julio, por haberme hecho conocer tan desgarrador drama, y al perro, por recordarme que estoy en un mundo de hombres, es decir, en un mundo materialista, inmaduro y cruel.
Un abrazo.
Ricardo - Linde5
No puedo con tanto dolor, os lo prometo. Hay veces que desearía tener en su lugar una piedra como esos desalmados de tanto que me duele.
Cómo puede alguien hacerle esto a un inocente criatura? Quién me explica porqué existe tanta diferencia entre unos y otros a la hora de medir nuestro nivel de sensibilidad?. Misantropía es lo único que recojo de todo esto y dolor, un intenso e inacabable dolor, porque estas historias me superan.
Y encima ese cabrón es policía local? y seguro que es de los que utiliza su cargo para multar a los demás por su "mal" comportamiento, como si lo viera, todo prepotente y sintiendose un semidios para alimentar su ego!.
Yo te maldigo con toda mi alma y te deseo una muerte lenta, agónica, solitaria donde te retuerzas de un dolor inaguantable, no puedo por menos.
Nuria, lo siento compañera, pero te doy las gracias por tu apoyo y tu cariño incondicional hacia estas víctimas de los malparidos.
Felicito también desde aquí a todos los voluntarios y activistas que hacéis del mundo un lugar más agradable.
Un saludo vegetariano para todos!
Sonia Salvador
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