Tordesillas: un puñado de hombres que linchan y un alcalde que les protege

Comienza
septiembre. Lo hace para ti, lo hace para mí y también para una criatura inocente,
pero mientras tú y yo lo acabaremos ella no podrá porque justo en su mitad será
torturada, sin prisa y salvajemente hasta la muerte. Y cuánta no será su
inocencia y falta de responsabilidad que ni siquiera lo sabe. Yo creía que todo
condenado tiene derecho a conocer las razones de su veredicto y el contenido de
su sentencia, yo suponía que para que se aplicase una pena era imprescindible
que existiese un delito probado, pero estaba equivocado. Imagino a un niño de
tres años
cuya única fechoría ha sido nacer mientras lo atan a la camilla de
una cámara de gas y él sonriendo, ¿será un juego? Pienso en RompeSuelas cruzando
el puente sobre el Duero en dirección a la Vega de Tordesillas, ¿será la
libertad? Y ahora es cuando toca que los
que se acuerdan de los vientres abultados de los pequeños de Biafra como
reacción a la repugnancia por el crimen del león Cecil, me insulten y demonicen
por nombrar a un crío en un texto sobre el Toro de la Vega.
Ojalá
desapareciese del calendario el segundo, el maldito y segundo martes de
septiembre con toda su carga de locura, ignorancia, violencia e iniquidad.
Llenamos el almanaque de “días de…” en un alarde de progreso y tolerancia
haciendo peinetas por la espalda al reaccionarismo y a la intransigencia, pero
al tiempo reservamos y blindamos no uno sino muchos para la práctica de un
ensañamiento primitivo porque y en este caso, tras quinientos años ya es
tradición. Y con eso es suficiente para preservar lo que celebrado en otra
fecha en el mismo lugar o en otro lugar en la misma fecha sería considerado un
delito. ¿Tiene sentido?, no, es un extravío perverso de la ética, de la ley y
de la razón.
Quisiera
poder cerrar mis ojos, al igual que otros tapian su conciencia, su corazón y su
inteligencia, la noche de ese lunes y despertarme la mañana del miércoles
habiendo transcurrido tan solo ocho horas, porque hay realidades ante las que
incluso las pesadillas enmudecen derrotadas y en las que las arcadas se
acompasan a los estertores de la víctima y las lágrimas al babear de sus
verdugos.
Desearía
que os tragase la tierra el día 14, lanceros, también a ti, alcalde José
Antonio González Poncela, para escupiros el 15 ahítos hasta el alma, si es que
la tenéis, de coágulos de sangre de todos los toros que la derramaron en ella
por vuestra culpa. Cómo me gustaría, Tordesillas, que concentraras en tus
calles y en tu ribera a España entera ese martes que es de gloria para un
puñado de psicópatas y de dolor y terror para un animal al que criaron,
vendieron y compraron para convertirse en un acerico de lanzadas feroces, en el
envoltorio de los nervios, músculos y huesos donde a veces se traba la hoja de
la pica mientras un canalla, a golpe de tirones e insultos, intenta
arrancársela del cuerpo para volver a enterrársela en él.
Quienes
ignoran por despreciar y quienes callan por otorgar deberían estar atados a
medio metro de cada lanzazo para no perder ni un detalle de las heridas de ese
toro, para que les salpicaran sus hemorragias y escuchar sus quejidos, para ver
sus ojos y no olvidarlos jamás. El desdén y el silencio son libres pero cuando
se refieren un acto autorizado y execrable, si se mantienen, que lo hagan al
menos acompañados de la experiencia directa de sus consecuencias. No se nos
puede exigir, como sociedad, el cumplimiento de la ley incluso si se ignora
pero eximirnos del pleno conocimiento de las atrocidades que esa misma ley
permite.
Ya
es septiembre pero RompeSuelas no lo sabe, tampoco que va a morir dentro de dos
semanas después de un sufrimiento inimaginable. Él no lo sabe porque es un toro
pero nosotros sí porque somos humanos, de la misma especie que se lo causará.
Humanos en un país del primer mundo, humanos de 2015, modernos y con la boca
siempre llena de palabras como justicia, paz o igualdad, pero humanos que en su
inmensa mayoría callan porque no va con ellos, porque no son ellos o sus hijos
la víctima, porque ocurre lejos, porque no lo ven ni oyen, y porque aunque no
les guste ya se encargarán esos de los derechos de los animales de hacer algo,
¿no? Humanos que dormirán muy tranquilos la noche del 14 de septiembre e igual
de serenos la mañana del 15 estarán trabajando, comprando o tomando el vermouth
a la misma hora que RompeSuelas agoniza. Ya guardarán, si eso, una mueca de
asco y una frase de reproche para el telediario de la comida cuando salga la
noticia. Y a seguir, ellos a su calma moral, los lanceros a limpiar sus lanzas
de sangre hasta el próximo septiembre y RompeSuelas a nada. La noche de ese
martes le llegó al mediodía, y para ese toro, como para tantos cientos de toros
linchados despacio en cada Tordesillas de esta España donde la tortura es legal
según dónde y cuándo, ya no amanecerá.
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