Respuesta
de un abolicionista a sus declaraciones
Calumniador,
embustero, ignorante, ampuloso, resentido, caradura... Son algunos
calificativos pintiparados para Julio Martínez, Secretario General
de ANPTE (Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de Toros de
España), por sus recientes declaraciones. ¿Creen que exagero con
los adjetivos? No lo hago. Pasen, pasen y vean la basca de
reflexiones que regurgita este sujeto, orgulloso sin duda de su
colección de mentiras, despropósitos y cinismo. Pero hay que ser
realistas y no asombrarse demasiado, porque poco más se le puede
pedir a quien ostenta la secretaría general de todas las arenas
españolas donde se torturan toros y se destripan caballos, mientras
el cada vez más escaso público, con los cadáveres de unos y otros
bien calientes, aplaude entusiasmado al sayón mayor cuando alza sus
brazos envanecido sosteniendo restos mutilados del malhadado toro.
Afirma
Martínez, para empezar, que los antitaurinos,
"obedeciendo a
intereses de multinacionales" son "la ruina para
cualquier Nación". ¿Multinacionales? Ya, mientras sujetan
pancartas por la abolición suelen vestir camisetas de El Corte
Inglés y gorritas de Coca Cola, empresas ambas por cierto que
financian corridas. Te lo digo para que no me lo digas, ¿no? ¿Cuánto
dinero público sí se emplea en esta barbaridad? Pero si están los
taurófilos que mastican bilis por todas las localidades en las que
se ha tomado la decisión de no seguir subvencionándolas, al tiempo
que lloran por las esquinas
buscando empresarios que quieran asumir
ese riesgo. Y no los encuentran claro, porque una cosa es que este
falabarato hable de una "ingente factura" en
pérdidas económicas si se prohíbe la tauromaquia, y otra que se lo
crean él y todos los que con mueca de clones afirman: "sí,
sí, se perderá mucho dinero".
Luego,
rebuscando el hombre algún argumento que rememore uno de los
episodios más terribles de la historia porque sabe que a nadie le
deja indiferente, a ver si así se hace con acólitos para su abyecta
causa, compara los abolicionistas con los nazis, y entonces
identifica la proscripción de la tauromaquia con la quema de libros
llevada a cabo en 1933 en Berlín. A ver, que lo entienda: quienes
torturaron y asesinaron a millones de seres humanos (y de animales
por puro divertimento y sadismo) son equiparables a los que se
declaran en contra de la tortura y del asesinato de innumerables
toros. ¿Es ahí dónde pretende llegar? Tan maquiavélico pretende
ser que cae en la majadería. Ante su estrategia no sé por qué me
ha venido a la mente Nerón: tan culto, tan exquisito, y tan amigo de
martirizar, tan fanático por las atrocidades habidas en la arena de
aquellos circos a los que inevitablemente nos retrotraen los de
ustedes.
Por supuesto
no podía omitirlo: Don Julio saca a relucir al perro de Hitler,
antes o después lo hacen todos. Le ha faltado esta vez decir que el
Führer era vegetariano, otra mentirijilla muy socorrida entre los
taurinos. Y nos cuenta lo mucho que aquel criminal amaba a su can
mientras ordenaba aniquilar a un sinnúmero de personas. Lo que se
calla es que ese genocida solía referirse a sus oponentes como
"perros inmundos", que a veces llevaba un látigo con el
que golpeaba de forma despiadada a su propio perro o que con el
objeto de erradicar cualquier tendencia compasiva en sus oficiales
dió la orden de que algunos de la SS cuidasen a un cachorro de
pastor alemán durante tres meses y que después lo estrangulasen
delante de un mando. Pero supongo que a pesar de hacer todo eso él y
los suyos adoraban a los canes, ¿no Señor Secretario? Tanto como el
torero, banderillero y picador al toro, sólo que en vez de
asfixiarlo a la vista de un superior lo escarban y atraviesan con
acero frente a la afición. Lo digo porque Usted se pregunta en su
bufonada: "¿Quién ha dicho que los aficionados a las
corridas de toros no aman a los animales?", para después
asegurar que "el auténtico taurino tiene una especial
sensibilidad"... Disculpe los puntos suspensivos, me
vinieron arcadas.
Dice que el
maltrato y la crueldad atribuida a los taurinos "es un
venenoso eructo publicitario" y que por el contrario ellos
"honran y respetan al toro bravo". A ver, entonces
la agonía y la muerte del toro son solamente una mascarada supongo.
Si según Usted no hay daño al animal la sangre es pintura colorada,
las heridas maquillaje y sus estertores finales pura interpretación
teatral del astado. Y lo de los espectadores o lo de los aparentes
verdugos de esta criatura no se trata de perversión ni
encarnizamiento, sino que se deleitan ante las encomiables dotes de
actor del toro. Una pregunta: cuando retiran su cuerpo arrastrándolo
mientras deja un reguero rojo, ¿se lo llevan directamente al
camerino? A mí lo que me extraña es que nunca regrese a escena a
saludar como sí hace el que asume el papel de matador en la
representación. ¿Será que no puede porque a pesar de tanta honra y
respeto está muerto?
Después
viene lo que tampoco podía faltar, un término que no existe pero
que habiendo sido, creo, acuñado por los taurinos, lo repiten una y
otra vez: "liberticidio", tal vez tendríamos que habernos
inventado nosotros uno que rima con el suyo: "toricidio".
Libertad para torturar, libertad para matar. Ahí está, y se queda
tan ancho. Déjeme que le explique algo: en el siglo XIX la sociedad
blanca esclavista de los Estados Unidos de América invocaba su
derecho y libertad para poseer seres humanos y hacer con ellos lo que
se les antojase. Y apelaban a tres tipos de jusitificaciones: la
bíblica. al decir que esos esclavos eran descendientes de Esaú y
estaban obligados a pagar su pecado. En su discurso nos cuenta que
"la tauromaquia es mitología". Cómo les gusta
remontarse al origen de los tiempos para amparar crímenes del
presente. Primera similitud. Otra era la económica, ya que les
proporcionaban dos fuentes de ingresos: el trabajo en las
plantaciones sin pagarles jornal y el tráfico de seres humanos.
Bueno, ustedes también aluden a que el negocio se perdería. Segunda
coincidencia. Y por último la justificación racial, puesto que era
el mejor destino para la de los negros y encima, conservacionistas
ellos, se jactaban de alimentarlos mientras duraban. Menuda, no me lo
negará, menuda es la tercera semejanza. Menos mal que ya están
muertos aquellos negreros que sinó les denunciaban por plagio.
Llegando al
paroxismo de su enajenación taurina exige "una tipificación
en los códigos penales de las distintas naciones que nos libre de
esta peste; la calle no se puede dejar en manos de matones",
tildándolos también de "fascistas". A ver, que
parece que no se ha enterado: lo que poco a poco se está haciendo
aquí y más allá de nuestras fronteras es precisamente lo
contrario: impedir legalmente que se ejerza la violencia sobre toros
en los ruedos. Yo no sé de dónde les viene esa querencia por
invertir los papeles. ¿Torturamos o matamos los abolicionistas? No,
claro que no, eso lo hacen ustedes. Y los fascistas también.
Su remate es
fantástico, porque metido como está hasta las orejas en un
berenjenal de falacias, ruindades y sandeces, pierde por completo el
norte y se le ocurre citar a Darwin para apoyar su tesis de que se
animaliza al hombre y se humaniza al animal, y lo hace con esta frase
suya que califica de certera: "el hombre más allá del
taparrabos y la prolongación de la coxis" a lo que añade:
"en medio, el mundo del toro dando erráticas explicaciones
sobre la virtud y la honestidad al violador trafullero del barrio".
Para empezar le diré que los únicos que violan aquí son ustedes y
entre las víctimas de su estupro están los toros, los caballos o
los niños que con tanto afán persiguen para ejercer sobre ellos su
pederastia taurófila. Qué, ¿le gusta el sabor su medicina? Y en
cuanto a lo de Darwin, por si todavía está a tiempo de borrar de su
libelo esa referencia para no quedar todavía peor de lo que ya lo ha
hecho, le dejo aquí una reflexión vertida por él "A los
animales, a los que hemos hecho nuestros esclavos, no nos gusta
considerarlos nuestros iguales".
Pero como me
siento generoso le voy a ilustrar un poquito más sobre este
naturalista: él señaló que los mamíferos (y el toro lo es por si
no lo sabe), experimentan ansiedad, ternura o miedo entre otras
muchas emociones, y que las diferencias entre especies son más de
grado que de tipo. No se trata de humanizar hombre, sino de vaciar un
poquito la cabeza de sadismo y oscurantismo para dejar paso a la
ciencia y a la ética. De otro modo puede ocurrir lo que a Usted, que
intenta utilizar a favor de sus argumentos a una persona a la que no
le gustaba la tauromaquia. Todo un genio.
Me hubiera
gustado expresarme acerca de otra de sus consideraciones: "las
corridas de toros son un ritual arquetípico que se pierde en la
noche los tiempos -en una u otra forma- y escenifica los arcanos más
profundos de la estructura del cosmos y de la existencia". Le
juro que lo he intentado, le he dado vueltas y más vueltas para
descifrar qué quiere decir y cómo se corresponde su frase con
músculos destrozados, vísceras esparcidas o vómitos de sangre de
seres capaces de sentir miedo y dolor. No lo he logrado, así que
cambio de asunto no sin antes rogarle que me explique Usted la
relación entre tanta sublimidad retórica y la deyección moral de
una corrida.
Ya acabo.
Sólo me queda decirle que cuando vaticina que sigue imparable el
proceso para que la UNESCO declare las corridas de toros Patrimonio
Cultural Inmaterial puesto que varias localidades en España ya lo
han hecho según esa Convención, se le olvida un pequeño detalle:
la opinión de la propia UNESCO. ¿De verdad piensa que lo van a
conseguir? Dese un garbeo por las páginas y los foros taurinos
Julio, verá cómo sus mismos colegas confiesan que eso es muy
difícil. Yo voy un poquito más allá: es imposible. La UNESCO,
Señor Secretario General de la Asociación Nacional de Presidentes
de Plazas de Toros de España, no otorga esa declaración a un
crimen.
Espere
espere, no se vaya todavía Martínez que se me olvida un último
detalle. Asegura que la abolición destrozaría la primera industria
nacional española, el turismo, y que supondría la pérdida de una
"renta anual supermillonaria" al dejar de percibir los
ingresos que éste genera. Quiero preguntarle algo al respecto: ¿se
refiere a esos pocos turistas que van a las plazas, muchas veces
engañados, y tras la muerte del primer toro salen de ella
descompuestos, con su rostro desencajado y en ocasiones vomitando?,
¿Son esos los que se dejan en nuestro País millones y millones de
euros para ver corridas? Revise su medicación hombre.
3 comentarios:
¿Qué se puede esperar de un individuo como ese tal Martínez que ha hecho de la TOROTURA de la TAUROMAFIA su lucrativo "modus vivendi"? Muchas gracias una vez más, Sr. Ortega por su excelente artículo en defensa de los que no tienen voz, en este apendice de Europa llamado España.
Sr. Julio Martínez, es usted un espécimen verdaderamente curioso. Confieso sentirme completamente anodadado ante esa increíble y aberrante capacidad suya de expulsar más mierda por la boca que por el culo.
Ningún tauricida puede presumir precisamente de ética en ese aspecto
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