“¿Cómo es posible - nos preguntábamos atormentados su madre y yo - que nuestro hijo esté implicado en un crimen tan cobarde y espantoso?” Siempre fue un chico ejemplar, que cometió, por supuesto, alguna travesura inocente propia de la edad, pero nunca nada grave. Ocurrencias como cuando con nueve años y estando con unos compañeros de juegos, le partieron sin querer la columna vertebral a un gatito. O al celebrar, como es costumbre y yo mismo hice en su día, la Fiesta de los Quintos, en la que golpearon a una burra y le introdujeron un palo por la vagina provocándole la muerte. En fin, chiquilladas de mal gusto pero sin la mayor importancia. Jamás, que sepamos, fue un chaval pendenciero ni abusón.
En todo momento le enseñamos a emplear su tiempo de un modo sano y a participar en actos culturales y artísticos. De pequeño le llevábamos al circo para que contemplase a los animales ejecutar sus números bajo el látigo del domador. Desde muy niño me acompañó durante mis frecuentes jornadas cinegéticas y en cuanto cumplió la edad preceptiva, le regalé un rifle para que pudiéramos ir a cazar los dos juntos. Muchas fueron las tardes en las que disfrutamos de fascinantes corridas de toros. Incluso viajamos buscando las manifestaciones más relevantes del acervo cultural de nuestro País y así, en familia, presenciamos costumbres como el Toro Alanceado de Tordesillas o el Toro Júbilo de Medinaceli.
Han sido años dedicados a educarle con esmero, a inculcarle consideración ante los valores tradicionales y respeto por los derechos del ser humano, alentándole a formar parte de celebraciones y festejos con los demás miembros de la comunidad. Tratamos de ser para él un modelo de conducta, un referente ético y moral. Pensábamos que lo habíamos logrado sin embargo, no asumió la integridad que le transmitimos.
Nada de lo anterior nos ha ocurrido realmente, pero describe una historia mil veces repetida que normalmente no se cuenta, porque se prefiere ignorar la relación existente entre ciertas conductas.
2 comentarios:
Realmente excelente, este texto debería figurar o en las cartas al director o en algún apartado de los múltiples periódicos dominicales que pueblan nuestra geografía. Quizá de esa manera mucha gente se diera cuenta de que clase de valores enseña a sus hijos.
Realmente descriptivo del tipo de educación que se le da a parte de la juventud, una educación sin criterio crítico, basada en tradiciones y costumbres que ya no tienen cabida en pleno siglo XXI
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