Esta mujer ha interpuesto una denuncia pero no ha surtido el menor efecto y lo ha hecho después de tener constancia de lo que estaba ocurriendo. Uno de los grupos de gatos que cuidaba, formado por diecisiete criaturas y que vivían en el espacio situado entre un almacén de correos y una Empresa de grúas, comenzó a disminuir sin que en un principio supiese el motivo; cuando tan sólo quedaban dos vio que estaban heridos y acudió con el más grave al veterinario; éste, tras examinarlo y operarlo le mostró entre sus dedos la causa del lamentable estado del animal: una bala. De tal modo pudo averiguar Raquel el porqué de aquella repentina y paulatina desaparición de los gatos: alguno o algunos se estaban dedicando a dispararles y a terminar con sus vidas; ¿la razón?, sólo puede explicarse por esa macabra afición que muestran determinadas personas a hacer daño a los animales, utilizando métodos atroces en muchas ocasiones y que no hay nada que pueda justificar porque en este caso – y eso tampoco sería una disculpa jamás – los gatos no molestaban a nadie ya en que la zona en la que permanecían y en la que Raquel los atendía no causaban el menor perjuicio.
Esta chica no es solamente alguien que emplee tiempo y dinero en el cuidado de estos pobres animales callejeros en un intento de mejorar al menos un poco sus miserables condiciones de vida, sino que también y consciente de una de las raíces de este problema, forma parte como voluntaria en campañas de esterilización que llevan a cabo en su Ciudad. Sin duda que atajar la procreación incontrolada de los gatos por medio de una castración realizada de forma correcta, con todas las garantías y a través de los recursos municipales, es una de las fórmulas más idóneas para acabar con un problema en el que las primeras víctimas son estas criaturas, sometidas a todo tipo de penurias en su vagar por las calles, no sólo ambientales o de falta de alimento que ya de por si son extremadamente duras, sino sobre todo las originadas por acciones salvajes cometidas por hombres que a la vista de estos hechos y otros muchos de los que día tras día tenemos conocimiento, no están capacitados para vivir en libertad y deberían de cumplir una condena acorde al daño que causan. Pero parece que la Administración sigue ciega ante esta circunstancia y da cerrojazo al asunto, cuando hay "suerte", con multas ridículas muchas veces inferiores a las impuestas por aparcar en doble fila. Esa es la consideración que merece a nuestros gobernantes la crueldad ejercida sobre seres vivos, la de una falta leve que permite al sujeto, como suele ocurrir, reincidir una y otra vez hasta que en no pocas ocasiones, acaba por desechar a gatos o perros para elegir como objetivos a personas y si no, basta con echar un vistazo al historial de bastantes criminales que terminaron por asesinar a hombres, para encontrar antecedentes de actos violentos previos cometidos sobre animales.
Cuenta Raquel que otra de las colonias que cuida, situada en las naves de una antigua Empresa aeronáutica, peligra igualmente porque está previsto que en breve esas instalaciones sean derribadas, con lo que los gatos probablemente corran una suerte similar a los que permanecían junto a las dependencias de correos: ser exterminados. Y una nota que añade todavía si cabe un poco más de truculencia al hecho: los edificios ahora abandonados van a ser derruidos para construir en esa ubicación ¡una plaza de toros!. Docenas de gatos seguramente van a morir para dejar sitio a un templo donde ciertos individuos den rienda a su indigna pasión y rindan culto al sadismo a través de la celebración de espectáculos que ensalzan la tortura y el sacrificio de seres vivos.
Estamos hablando de que en Cádiz, en España, en 2008, hay gatos que están siendo asesinados, de que otros que van a padecer el mismo destino y de una persona volcada en su salvación que lanza un grito desesperado porque se siente incapaz de detener esta tragedia; las autoridades han mostrado un desdén absoluto por su denuncia; ningún medio de comunicación se ha dignado a incluir una reseña para que la opinión pública conozca los hechos; se ve imposibilitada para encontrar hogar de acogida a los que hoy todavía subsisten pero ya están sentenciados y no cuenta con la menor ayuda para proteger a estos gatos que al final, irán cayendo uno a uno a manos de energúmenos a los que les entretiene dispararles, quemarlos, mutilarlos, golpearlos o acuchillarlos. Estamos hablando de que somos una Nación del "Primer Mundo" que consiente que semejantes salvajadas queden impunes y que no es capaz de aportar soluciones que no impliquen el sufrimiento de animales porque desgraciadamente, la intervención de aquellos que gestionan los recursos públicos se limita a habilitar perreras en las que gatos y perros viven hacinados y en condiciones míseras unos pocos días, los justos hasta que acaban siendo sacrificados con métodos dolorosos y que prolongan su agonía, para al fin terminar arrojando sus cadáveres a un horno crematorio. Ese sistema, tristemente célebre por otras circunstancias históricas, es todo lo que se les ocurre a los gobernantes locales, comunitarios o estatales de este País setenta años después.
Probablemente según pasen los días, Raquel contemplará horrorizada y atormentada como los gatos que intenta salvar desesperadamente van sucumbiendo poco a poco. Ella al menos, dentro de su inmenso dolor, tendrá la conciencia tranquila porque habrá hecho lo imposible por evitarlo pero el resto, ¿despertaremos nuestra sensibilidad del letargo en el que está sumida o permaneceremos una vez más indiferentes ante matanzas indiscriminadas de seres vivos que no merecen la atención de unos políticos a los que, recordemos, no sólo tenemos la obligación de votar, sino también de exigir responsabilidades y medidas cuando creemos que nuestros derechos o los de cualquier criatura resultan vulnerados, como está ocurriendo en Cádiz y en muchos otros lugares de España?.
1 comentario:
La crueldad corre alegre por las calles, porque en los andenes de nuestra existencia la permisividad adquirió papel de moneda corriente.
Matar por matar, a algunos divierte. Matar gatos por encargo, da dinero. Entonces, la muerte sigue siendo un negocio. Un maldito negocio presentado a la opinión pública como un mal necesario. Un mal, que poco a poco va metiendo en la sociedad un sentimiento maniqueo, y en el que los intereses de alguien saldrán fortalecidos.
¿Y las leyes, adónde están?
Una vez, un abogado me dijo, que muy a pesaar suyo debía reconocerlo; "Primero se hace la trampa y después la ley que la proteja" (exactamtne al revés del refrán que conocía).
¿No estará occurriendo eso en el país? No olvidemos que la situación de Cádiz se suma a lo ocurrido en Jaén y en Tarragona.
Total, primero que desaparezcan los gatos y luego se verá cómo exculpar a los ejecutores.
Julio, comprendo el sufrimiento de Raquel, y también interpreto el vendaval de reprobación que circula por tus venas, pero, si no aprendemos a elegir a nuestros representantes, los políticos seguirán mirando para otro lado y soñando con la reelección.
En el hueco de una mano cabe la capacidad de decisión, pero, al cerrarse y juntar los dedos en actitud de crispación, el puño grita ¡adelante! A empezar la batalla del entendimiento hasta que los humanos sean humanos, y no un mero cubo de desechos.
Un saludo.
Ricardo - Linde5
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