Hace pocos días escribí una carta dirigida al Sr. Zapatero en la que le exponía mi parecer acerca de las corridas de toros, un espectáculo que personalmente interpreto como un exponente incomprensiblemente legal del ensalzamiento de la tortura y como un vehículo de transmisión de la crueldad que cuenta con el beneplácito estatal; también le transmitía cuál es en mi opinión la actitud que desde el Gobierno se debería de mostrar al respecto tendente a eliminar de una vez por todas estos residuos de atraso, incultura y brutalidad institucionalizados, una lacra aún vigente y amparada oficialmente.
Reproduzco a continuación de forma íntegra la contestación que he recibido en mi correo por parte del Director del Gabinete de la Presidencia:
“Contesto al escrito que ha dirigido al Presidente del Gobierno sobre la tauromaquia, agradeciéndole que nos haya dado a conocer sus reflexiones y comentarios sobre este asunto.
En relación con las cuestiones que Usted plantea, y desde el respeto que merecen todas las opiniones a favor o en contra, la celebración de las corridas de toros es un asunto socialmente complejo, pues, como Usted sabe, tienen en España un profundo arraigo popular y una larga tradición.
En estas condiciones, parece que una eventual prohibición de las corridas de toros entraría en contradicción con el sentimiento de amplios sectores de la sociedad española. Por otra parte, su desarrollo tiene lugar en toda España y en otros países del Mediterráneo y de América.
Atentamente. José Enrique Serrano Martínez. Director del Gabinete de la Presidencia de Gobierno”.
Dicen que “de bien nacido es ser agradecido”, así que ante todo quiero expresar mi gratitud al Equipo de trabajo del Sr. Zapatero por al menos haber tenido la deferencia de responder a mi escrito; tengo serias dudas de que algo similar hubiese ocurrido si fuese el principal Partido de la oposición el que estuviese ejerciendo las labores de Gobierno actualmente.
Y una vez manifestado mi reconocimiento paso a analizar la contestación que recibí desde el ámbito presidencial. En primer lugar dejan constancia del “respeto que merecen todas las opiniones a favor o en contra…”. Veamos, por mucho que la Ley permita la celebración de corridas de toros -cometiendo sin duda con estos animales una situación de agravio comparativo esperpéntico desde el punto de vista moral y cruelmente absurdo desde el racional, ya que si el mismo, exactamente el mismo tratamiento que recibe el toro durante la “Fiesta” se le infligiese a un perro o una cabra, sería considerado maltrato animal y como tal un delito tipificado en el Código Penal- lo cierto es que el respeto a un asunto no tiene porque ir parejo a su legalidad; si así fuese muy pocos atropellos habrían dejado de tener amparo legal a lo largo de la Historia y ha sido precisamente la no sumisión a leyes aberrantes y el no ejercer una obediencia ciega a aquello que aún legítimo no deja de ser deplorable, lo que ha permitido superar situaciones de absoluta injusticia e indefensión para determinados seres. Decir que merece el mismo respeto quien esté a favor de las corridas que aquel que se declare en contra, es como afirmar que eran también dignos de la misma consideración los que en este País, antes de 1931, luchaban por la reforma del Código Civil para acabar con el trato discriminatorio de la mujer respecto del hombre. O los que antes de 1800 y en contra de la legislación, proclamaban que la esclavitud debería de ser abolida; ¿pensamos hoy que merecían el mismo respeto que los que querían la continuidad de la servidumbre sólo porque fuese legal?. La reflexión que hace el Sr. Serrano acerca de este punto será muy diplomática y tal vez la más correcta en boca de un político, pero no es hacerle un favor a la democracia -entendida como la defensa de los derechos, libertades y bienestar común- el supeditar la sensibilidad y la razón a unos artículos del Código profundamente injustos y pertenecientes a una Ley que no es ni infalible ni inalterable, una Ley que tiene que ser capaz de adaptarse a la evolución social y no convertirse en un corsé que ahogue el progreso de las ideas y su aplicación. Una legislación impávida y reaccionaria deja de ser un instrumento beneficioso para convertirse en un arma muy peligrosa, tanto más lesiva cuanto que se escuda en su licitud y obligado cumplimiento. No olvidemos la frase de Platón hace más de dos mil años: “La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo”.
Reconoce el Sr. Serrano que las corridas son un asunto “socialmente complejo porque tienen en España un profundo arraigo popular y una larga tradición”. Claro que es un asunto complicado pero, ¿es eso un motivo para soslayarlo?. Un Gobierno tiene la responsabilidad y el compromiso de afrontar cuestiones que a menudo son enrevesadas, de difícil solución y que requieren un trabajo lento y arduo, pero ese es su cometido y su deber y jamás lo laborioso o espinoso de un asunto puede ser razón para no hacerle frente. En cuanto al arraigo popular parece que la interpretación de las estadísticas no es uno de los puntos fuertes en este Ejecutivo, ya que se hagan desde el ámbito que se hagan los resultados poco varían: más de un 80” de los ciudadanos está en contra de las corridas de toros. Cuando se han realizado encuestas no vinculantes sobre si deberían de prohibirse o no, ocho de cada diez responden que habría que erradicarlas por ley. Y por fin asoma el manido concepto de la tradición, un término elevado a la categoría de sacrosanto y que no es más que la manifestación de un etnocentrismo cavernario que en modo alguno puede suponer un freno para avanzar en racionalidad, justicia y respeto a nuestro entorno en el que no lo olvidemos, no estamos solos pero sí somos los máximos responsables de su cuidado y conservación. Durante seis siglos fue en Inglaterra una tradición los bull baiting, en los que un toro era acosado y atacado por perros bull dog y la gente disfrutaba con el espectáculo. En los siglos XVI y XVII era tradicional en Europa quemar ante multitud de asistentes gatos vivos y lo hacían colgando la cesta que los contenía sobre las llamas a una altura calculada para alargar lo máximo posible su agonía. Hasta el Siglo XVIII las ejecuciones públicas eran la tradición que más interés y espectadores suscitaban en España. En la definición de Tradición se dice que: “es todo aquello que una generación hereda de las anteriores y, por estimarlo valioso, lega a las siguientes”. Entonces la cuestión no es que haya permanecido vigente durante cientos de años, ya hemos visto que eso ha ocurrido comúnmente con verdaderas atrocidades, sino el concepto que tengamos del valor o necesidad de un hecho, para conservarlo o abolirlo. Y desde la sensatez, la razón, la honestidad y la lógica nadie puede defender la idoneidad de la tortura de animales como espectáculo y forma de negocio digno de ser preservado y transmitido.
Y por último, desde Presidencia de Gobierno se echa mano del “mal de muchos”, indicando que también se llevan a cabo corridas en otros países del Mediterráneo y de América. En la misma línea podría responderle al Sr. Serrano que igualmente hay estados en los que se condena a muerte por blasfemar, en los que se producen ablaciones o se lapida a las adúlteras. ¿Implantamos esas costumbres porque tienen seguidores y defensores en algunas naciones?. Más nos valdría rectificar y seguir el ejemplo de países en los que han superado la crueldad para con los animales a base de avanzar intelectual y moralmente, en vez de escudarnos en que hay algunos que, todavía sumidos en la misma podredumbre ética y cultural que nosotros en este aspecto, siguen viendo la tortura como una práctica didáctica y deseable.
Reitero mi agradecimiento al Director del Gabinete de la Presidencia de Gobierno por responder a mi mensaje pero si él se siente satisfecho con su contestación y da por asumidos los postulados en los que la basa, yo no puedo menos que sentirme una vez más defraudado –que no sorprendido- con la actitud de los gobernantes ante esta cuestión en la que no sé si por cobardía, intereses o simple abulia no dan la talla y continúan siendo protectores y valedores de comportamientos bárbaros. Sin embargo esta presentida decepción lo único que va a conseguir es acrecentar mi deseo de lucha contra el maltrato animal y desde luego que no estoy solo en ella, porque somos muchos más los que aborrecemos tal permisividad que los que se amparan en la misma para ejercitarla. En ocasiones la pugna contra aspectos del poder establecido lejos de convertirse en una transgresión es un deber moral ineludible porque transigir no significa ser un ciudadano de orden, sino que representa convertirse en un siervo manso y domesticado. Pasar por esta vida siendo testigos de tantas injusticias y no hacer absolutamente nada para contribuir a su fin, es ir llenando el equipaje de pusilanimidad y egocentrismo y tal vez, al final de nuestra existencia, nos sintamos humillados e indignos por tener que entregar tan infame carga a nuestros hijos.
http://www.latortura.es/
http://www.asaltoalruedo.org/
http://www.actyma.org/
http://www.asanda.org/
2 comentarios:
Creo que sobra decir lo que opino de tu magnífico artículo y el que uses tus dotes literarias para defender a los más débiles, (puedo caer en el “empalago”……o quizá ya he “caído”…),pero me gustaría añadir algo sobre tu reflexión mencionando a vuestros hijos y el “legado” que se les deja de nuestra “cultura”-incultura (aunque por supuesto, no le hace ninguna falta a tu redacción). Comentas:
“tal vez, al final de nuestra existencia, nos sintamos humillados e indignos por tener que entregar tan infame carga a nuestros hijos”.
Hace tiempo escribí estas palabras que humildemente creo que tienen algo que ver con tu comentario:
“Tarde o temprano, estas decisiones les van a salir caras. Ni la historia de este país, ni sus habitantes, les vamos a perdonar su contribución a la tortura sádica y a la pobreza cultural de la ciudadanía. Ustedes (los gobiernantes) no van a poder quitar su nombre de esta etapa aberrante de nuestra historia. Algún día, los que hoy son aún niños, se preguntarán cómo en este siglo , hemos estado consintiendo el fomento de la violencia y de la ignorancia, como actualmente se preguntan cómo no hicimos nada para terminar con el franquismo”.(Recordemos que el franquismo no lo eliminamos, sencillamente Franco murió, pero su manera de gobernar “NO”……Dice el refranero: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”, en este caso, él solito se murió………)
Guiomar Machado
El sistema de castas y el sexismo en la sociedad hiduista también tienen un profundo arraigo popular, pero alzamos la voz cuando queman viva a una mujer por cometer adulterio.
Algunas etnias africanas extirpan el clítoris a las niñas porque es tradición, y todavía no he conocido a nadie que apruebe esta "costumbre".
Ciertos esquimales inician a sus hijas en la sexualidad porque así lo han hecho siempre; para nosotros sería incesto, endogamia y pedofilia.
La "Fiesta" es una barbarie sangrienta, una brutalidad vergonzosa propia de la Edad Media más oscura, que además continúa impune y subvencionada en parte por el gobierno de un país que forma parte de la Unión Europea.
Esto es como todo: donde se mueve el dinero y se llenan los bolsillos, no interesa que las cosas cambien.
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