Seis personas, seis - por utilizar el lenguaje taurino, tan grandilocuente, tan adornado, tan rimbombante y tan esperpéntico, palabras pomposas para describir la muerte queriendo aparentar que es arte – se sometieron a la decisión del magistrado y se arriesgaron a perder su libertad o a tener que satisfacer una multa por defender el derecho a la vida de seres sometidos a un trato cruel, a una tortura institucionalizada porque es negocio de unos pocos, porque es para algunos una diversión macabra, porque aún hay quien manifiesta que cualquier hecho, por repugnante que sea, es lícito si constituye una tradición, porque todavía hay mucha incultura moral y sobre todo, un egoísmo infinito en algunas personas.
Saltarse
Desde que se supo que se les iba a juzgar hasta el pasado martes, se han recogido un gran número de firmas que ciudadanos que de forma simbólica, se “autoinculpan” por el hecho manifestando que también ellos saltaron al ruedo para presentárselas al juez y que valore cuál es apoyo social de la iniciativa de estos activistas, una consideración fundamental desde el instante en que
Con la tauromaquia ocurrirá lo mismo por más complicado que parezca. Su arraigo aunque poco generalizado es casi obsesivo en aquellos que la defienden. Sus argumentos, una muestra de principio a fin de cómo algunos viven en un permanente oscurantismo racional, son una ristra de despropósitos absurdos y falseados en muchas ocasiones. Las alusiones a datos históricos o a personajes de renombre que han sido aficionados e incluso sus valedores son un continuo asidero desesperado para avalar su defensa de la tortura y muerte del animal. Sin embargo, todo ese “arte”, eso que ellos definen como una puesta en escena de la continua “lucha” que es la vida real, el eterno “enfrentamiento” del hombre con los avatares del destino representado en la arena, no es más que parafernalia grotesca e insultante. Cómo tienen la poca vergüenza de hablar de arte y belleza mientras se afanan en que no aparezcan ante
Poco me importa que escritores, pintores o cantantes afamados sean taurófilos porque eso no le otorga ni un ápice de dignidad a una costumbre salvaje e impropia del tiempo en el que vivimos. Se puede ser un virtuoso con la pluma, el pincel o la voz, pero defender el maltrato hasta sus últimas consecuencias a un toro sólo denota una absoluta falta de sensibilidad en ese aspecto y propugnar una escala de valores muy peligrosa, en la que el hombre pasa de ser el garante de la integridad de su entorno a creerse con capacidad para actuar de ejecutor sobre otras especies que no serán racionales, pero cuya fisiología les permite sufrir, sentir el miedo y el dolor como nosotros y padecer cuando son atacadas. ¿Y todo esto para qué?, ¿para que algunos hayan hecho de esa brutalidad un negocio y otros se entretengan viendo la agonía de un animal?. Si esas son las razones y lo son, porque ambas son reales, siento desprecio por los que pudiendo evitarlo, permiten que algo así continúe sucediendo.
He escuchado insultar a activistas como los de Equanimal que han sido juzgados; he oído como los amenazaban incluso de muerte; también he podido contemplar como han sido agredidos por los protectores de la tauromaquia y en más de una de esas ocasiones han terminado en un hospital; he visto como los intentaban matar. He sido testigo de la crueldad y la violencia por parte de los que quieren que las corridas de toros sigan existiendo y en cambio, éstos, que son los que verdaderamente muestran un comportamiento dañino, siguen asistiendo a ese espectáculo de muerte con total libertad y también parecen gozar de inmunidad para agredir a los que están comprometidos en la defensa de seres sometidos por algunos hombres. ¿Hasta cuándo va a continuar este sinsentido?. Una cuestión es la conveniencia o la cautela a la hora de tomar decisiones que pueden tener alcance político y otra, permanecer ciegos a una realidad que a nadie escapa ya. No hay más que repasar las noticias de los últimos años y sobre todo de los meses precedentes, para comprobar la progresión geométrica tanto de actos contra las corridas como de las voces que a ellos se van sumando. Y cada día que pasa sin hacer nada nos habla más de la cobardía de los gobernantes y sobre todo, de su nula capacidad de reacción ante demandas de
Y hay algo de lo que lo que no tengo ninguna duda, es que no ha sido la primera vez ni será la última en la que un juez tenga que enfrentarse en la sala de vistas con una cuestión como esta y eso, debería hacer reflexionar a quien tiene la obligación de hacerlo. Esta gente no se está siendo acusada de transgredir
Y quiero terminar haciendo como es muy habitual en mí una mención a mis hijos, que aún siendo algo recurrente no me importa puesto que considero que los niños son las principales víctimas humanas de tanta brutalidad consentida por estar recibiendo una educación que todavía contempla algunas formas de tortura como un valor a defender y a transmitir. Mis hijos conocen a varios de los activistas de Equanimal que saltaron a
1 comentario:
Tantos siglos de civilización y no hemos aprendido nada, porque, mientras la sangre sea, roja bandera de costumbres, continuamos anclados en las cavernas.
¿Se puede hablar de civilización, cuando la tortura,la humillación y la muerte de un animal, salta de las pupilas al paladar para disfrute del "respetable"?
¿Puede esta macabra práctica ser considerada una tradición, y por tanto, digna de preservar?
Los "aficionados" describen el toreo como un espectáculo altamente emotivo, en el que la valentía del hombre se impone a la fuerza de la bestia.
Dicen que es altamente edificante ver, cuando el estoque con obediente premura entra en las carnes del toro a robarle la vida, y en el momento que dobla las rodillas y cae envuelto en convulsiones, vomitando sangre y babas -y muere sin saber porqué-, los espectadores llegan al éxtasis y se produce un orgasmo colectivo. Un placer que se extiende hasta los vítores y el delirio de admiración, hacia "el artista que completó tan magnífica faena".
Pero están los otros, los ANTIS, los que no aceptan semejante salvajada, y obedeciendo al mandato de la cordura, "armados" con carteles y sus voces, saltan al ruedo con el fin de traer luz a las mentalidades cerradas.
Entonces el público borregil y fanatizado los somete a la ignominia y el escarnio, enfadados con los intrusos que vinieron a boicotearles la diversión.
Después, ante las cámaras de la televisión un aficionado declarará (y así ocurrió) con acento despectivo:
-"Los antitaurinos son una minoría, pero ellos también forman parte de la fiesta".
Y para satisfacer aún más la condena de los taurinos, la justicia sienta a los ANTIS en el banquillo de los acusados, endosándoles "alteración del orden" y "resistencia a la autoridad". Siendo que los vídeos y las fotografían demuestran otra cosa (ver: www.saltaralruedo.org).
Todo este desfile de imágenes y rechazo, he experimentado al leer el artículo "Juicio a los activistas de Equanimal por saltar a Las Ventas".
Sin duda, una vez más, tu pluma nos enfrenta a esa verdad silenciada por los intereses, y nada menos que usando la objetividad como norte del escrito.
Julio, mi admiración se queda contigo.
Ricardo - Linde5
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